Portada  |  05 septiembre 2020

Rosario en la lucha contra las enfermedades

Las epidemias de los siglos pasados transformaron la vida de las personas y cambiaron las pautas urbanas. Lo que pasó y lo que se hizo nos hace reflexionar sobre la situación del COVID19.

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*Por Fabián Scabuzzo

La historia vincula a Johann Peter Frank (1745-1821) con la medicina social, es el autor del discurso académico “La miseria del pueblo, madre de enfermedades” , de 1790, que le dio un baño de realidad a un tiempo próspero,  pero con sectores pobrísimos surgidos en la época feudal y dedicados a la servidumbre. Frank habló por vez primera de la desigualdad social, dio los fundamentos de lo que hoy se conoce como “salud pública” e inició la brillante época del higienismo, que modernizó y humanizó la medicina.

Las virtudes del movimiento higienista se hicieron sentir en las ciudades modernas, que quería ahuyentar las pestes de sus casas, alejó los cementerios y los hospitales de la zonas pobladas, amó los parques y las plazas, para caminar y tomar sol, cubrió de baldosas y azulejos para poder limpiar mejor, e instituyó los uniformes blancos e impecables para quienes atienden enfermos o preparan comidas. Si bien se llegó a pensar que las enfermedades se propagaban por el aire, había una relación entre buenas prácticas y salud, especialmente lavarse las manos, bañarse, o blanquear las sábanas y toallas. Las uñas y el pelo corto eran “normas de higiene”, que la rebeldía se ocupó de derribar, décadas después. Airear los ambientes y la limpieza profunda son prácticas hoy necesarias para alejar las enfermedades de nuestra casa, y eso lo aprendieron en las escuelas nuestras abuelas. El  concepto de luz, ventilación y espacios abiertos, claves de la arquitectura de hoy, nacieron en los hospitales de entonces y llegaron a las viviendas gracias a las pestes.

El famoso arquitecto Le Corbusier (1887-1965) militó esos principios en los años 20, publicó su  visión de ciudades limpias e higiénicas, con habitaciones luminosas y ventiladas, en altos edificios,  en contraposición a la suciedad y hacinamiento de las viejas construcciones de Paris, focos  de tuberculosis y de influenza.

Rosario contra los microbios

Sobre la evolución del higienismo en Rosario yo  hablaría de dos etapas,  una primera etapa que va de la segunda mitad del siglo 19 qué se caracteriza por una medicina alarmista,  es  decir que aparece solamente cuando se desarrollan los focos de epidemias como el caso de la epidemia de cólera 1886 y 1887,  o la de difteria y escarlatina de 1907. Se caracteriza porque se controlan los focos de contagio través de cuarentena a nivel local, y esta medicina alarmista estuvo acompañada por la conformación de la urbanización de Rosario, es decir la aparición de un estado municipal y la concepción de un espacio público. Entonces este estado municipal va a controlar este espacio por medio del barrido y  limpieza, del alumbrado, del sistema de cloacas,  de agua potable y se va conformando de esta manera una diferenciación de la ciudad con el campo”.

Quien nos habla es Alejandra Raffo, Licenciada en Historia de la Universidad Nacional de Rosario,  y actualmente admitida en la Maestría en Historia sociocultural en el CEEMI, (Centro de Estudios Espacio, Memoria e Identidad),  nos recuerda que el control de la salud pública está dado por la Asistencia Pública que es el primer lugar creado a nivel municipal en 1890, en 1897 aparece “la Casa del Aislamiento” que ahora es el Hospital Carrasco, destinado a personas con enfermedades infectocontagiosas, y el Hospital Rosario en 1898 (primer emplazamiento del HECA, en donde hoy está el Centro de Justicia Penal).  

“La segunda etapa aparece al principio del siglo XX hasta 1940,  es la que se denomina medicina social o asistencialista.  Ya conformada  la infraestructura del espacio público, en la evolución del higienismo, los médicos  van a tratar de buscar soluciones a los problemas que planteaba la sociedad de ese momento en Rosario,  entonces el rol del médico no va a ser un médico solamente científico, sino también humanitario, y van a trabajar en conjunción con ligas populares y asociaciones”. 

Educación y profilaxis

“Esto estaba sucediendo también  a nivel nacional,  el doctor Gregorio Aráoz Alfaro (1870-1955)  plantea un plan  general de profilaxis, lo que es  más preponderante para esta época es la tuberculosis,  y este plan de profilaxis tiene dos características principales una directa y otra indirecta.  En el caso de la directa era trabajar principalmente con dispensarios, que estaban  localizados en lugares estratégicos y lo que tenían como función es la visita domiciliaria del médico, el médico va hacia los enfermos, o a los posibles enfermos, trata de detectar los lugares de contagios,  trata de que a partir de ahí se desinfecte la el lugar donde vivían,  la ropa que utilizaban, se aislaban a  los enfermos y en caso de que fueran muy críticos se los derivaba  a los hospitales”- relata Raffo- “La  idea era luchar contra el contagio,  tratar de extinguir al  microbio”.

“En la  profilaxis indirecta se trataba de reforzar al cuerpo sano y tenía varias etapas,  principalmente se atendía los niños, por eso esta línea  vincula la educación con la asistencia: Se  trabaja desde la escuela,  principalmente,  se les da de higiene escolar, se instruye también a las madres para que atiendan higiénicamente a sus hijos, se refuerza la educación física,  las escuelas al aire libre,  las colonias de vacaciones,  todo para reforzar el cuerpo del niño,  porque se creía que enfermedad de la tuberculosis se adquiría en esa edad pero se manifestaba en la edad adulta”.  

La historiadora nos ayuda a recordar a Clemente Álvarez (1872-1949) el referente local de la lucha contra la tuberculosis,  y la “mediatización” de la salud, con la aparición de los “dramas médicos sociales” historias de vida y entornos de enfermos de tuberculosis y lepra, y las notas publicadas por el Dr.  Rubén Vila Ortiz sobre  enfermedades que eran muy comunes por falta de higiene o de instrucción.  Así aprendieron nuestros mayores los rituales de la limpieza y el orden.

Los cambios serán lentos

El tiempo pasado entre las primeras voces del higienismo, hasta el desarrollo de prácticas,  ciudades y viviendas más saludables tardó alrededor de 150 años. La epidemia de tuberculosis y la incidencia de la gripe española se cobró en Argentina un promedio de 10 mil vidas por año entre 1908 y 1920,  y empezó a descender cuando se pone en funcionamiento gran parte del aparato sanitario creado para combatir estas enfermedades, hospitales  y dispensarios, como vimos que pasó en Rosario. Se necesitaba de la atención médico social para frenar la enfermedad, y mejor calidad de vida para la población, mientras se esperaba la vacuna BCG desarrollada en 1921. Cambios de costumbres, políticas sociales y control sanitario, el combo fundamental para frenar las enfermedad, sin embargo no hubo éxito: la tuberculosis recrudeció en los últimos años, en 2017 se notificaron 11.695 casos, una enfermedad curable y prevenible. Otra vez sonaron fuertes las palabras desigualdad social, hambre y pobreza, una materia pendiente en el país.

Hoy, el coronavirus, nos pone casi en el mismo lugar de aquellas epidemias: “Por ahí  se relaciona mucho con lo que está pasando ahora,  porque parece que el COVID es una enfermedad de fácil de solución, pero por falta de instrucción o educación, la gente se contagia”, reflexiona finalmente Alejandra Raffo.

En las imágenes:

- Médicos, enfermeras y monjas del Hospital Centenario en 1928.

- Facultad de Medicina y Hospital de Caridad (hoy Provincial) en sus inicios.

- Atención de enfermos tuberculosos en un hospital de Londres, en una área al aire libre en 1936.

- Antiguo Hospital de Rosario, 1910, luego fue el HECA hasta su traslado en 2008, en el predio funciona hoy el Centro de Justicia Penal.

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